"Ella ha sido perdonada de todos sus muchos pecados. Es por eso que ella me ha mostrado un amor tan extravagante. Pero los que asumen que tienen muy poco que perdonar me amarán muy poco" LUCAS 7:47

Hay momentos decisivos que marcan para siempre nuestras vidas, cambian nuestro camino y nos convierten en las personas que somos hoy. Esto podría incluir una decisión tomada, una muerte inesperada, una ruptura, alguien que conoces o incluso palabras que la gente dice. Sea lo que sea, no siempre reconocemos el impacto que tendrá en ese momento, pero cuando miramos hacia atrás más tarde, lo vemos como un momento definido en nues- tras vidas. Si no tenemos cuidado, estos momentos tratarán de etiquetarnos vergonzosamente. Puedo recordar varios de estos momentos, muchos de los cuales son buenos recuerdos, pero no todos son felices. Algunos de ellos son dolorosos, tristes y vergonzosos. Sin embargo, todos estos momentos definidos, buenos y malos, me han marcado, pero no me han etiquetado. Han cambiado mi camino, y algunos me han formado en lo que hora soy. En Lucas 7:36-50, encontramos a una mujer pecadora y despreciada, creo, que ¡tuvo un momento decisivo que cambió su vida!

No se nos dice mucho acerca de esta mujer, excepto que ella era una pecadora (v. 37). También sabemos que tenía un frasco de alabastro de perfume caro (v. 37). Podemos suponer que por su pecado era muy conocido en la ciudad. "Pecadora" era como su comunidad la definía. Era etiquetada de deshonra. No solo era señalada de "pecadora", sino que también era una "marginada" social. (Esta mujer pecadora escucho que Jesús estaba en la casa de Simón el fariseo. Su respuesta a este conocimiento muestra que probablemente sabía quién era Jesús y posiblemente tuvo un encuentro previo con El. La imagino pensando para si misma. "El necesita saber lo que él ha hecho por mi". Ella agarra su frasco de alabastro de perfume caro y empuja más allá de la multitud de los más socialmente aceptables. La miran fijamente y murmuran. Ni siquiera los escucha. A ella no le importa. Su mirada de ella está puesta en Él.

Al acercarse a Jesús, que está recostado en la mesa, ella es vencida por la adoración y el agradecimiento. En completa entrega y amor, ella cae a Sus pies, solloza en alta voz e incontrolablemente. Sus lágrimas se derraman como cascadas. Ella comienza a lavar Sus pies, usando sus lágrimas como el agua y su cabello como la toalla. Ella rompió su jarra de alabastro, su más valiosa posesión, y vertió su contenido sobre Sus pies, ungiéndolos en una adoración extravagante.

Esta mujer estaba haciendo una escena bastante grande, y no le importaba ni un poquito. Había sido redimida de todos los demás momentos y opiniones que la definían. Ahora todo lo que le importaba era adorar a Aquel que había transformado su vida, su Redentor, Jesús.

JESÚS LA VIO DE MANERA DIFERENTE. El no la miró y vio sus pecados, errores o malas decisiones. Él vio su amor y adoración por Él. Su extravagante adoración vino de un desbordamiento de gratitud. A cambio, Jesús respondió: "Tus pecados son perdonados... tu fete ha salvado; id en paz" (Vss. 48, 50). Su Redentor
cambió bellamente su despreciable etiqueta de "pecadora" por "¡Perdonada!." iél cambió su vergüenza y dolor desesperado por Su paz!

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